Era de esperar que saltara la maldita alarma de Inminente Contaminación Tóxica (ICT), la cuarta de la semana y recién es martes. Un ICT (1) viene acompañado de un imperativo y dramático alarido, tan invasivo como deprimente, que me recuerda una pornox con animales en celo. Hablo de cerdos excitados que advierten a la ciudadanía que solo deben salir con máscaras Complex o tendrán espasmos respiratorios, urticaria grado III, vómitos sanguinolentos, ceguera parcial o total… En fin, una mierda absoluta.
Y en medio de esta mierda (absoluta), el destino y mi despreciable jefe, me mandan a la pútrida calle por una entrevista especial, del suplemento especial, que me hará muy especial. En tiempos actuales, significa que tengo que llegar con la entrevista sí o sí, o de lo contrario perderé mi trabajo y quedaré expuesto a una moderna tragedia especial: la cesantía.
SantiagoPaís (2) parece, desde mi ventana, una criatura moribunda en avanzado estado de descomposición. Sus torres silentes y corruptas, llenas de colgajos implantados a fuerza de okupas y miseria humana, parecen un bombardeado cementerio, salpicado de decadente publicidad caduca. El humo implantado por la desaparición de las tradicionales fuentes energéticas, envuelven la ciudad en un manto opaco mucho más tenebroso y letal que las peores emergencias medioambientales del pasado. El petróleo solo se utiliza para mover a los milicianos, a los organismos públicos y a las élites enriquecidas con fervor: el stabliskuit (3). Hoy la madera, o sea, todo mueble, pared, piso o juguete, si es necesario, pasa a ser un apreciable combustible de subsistencia.
Tomo mi máscara, mi grabador, mi fonebox y la tarjeta Master-Clax. En momentos estoy en la vacía calle esperando el cab que me recogerá. Mi dirección es la frontera, no lejos del centro operacional, un lugar que divide la ciudad “habitable” y el salvajismo sin ley de la Zona D, un compendio de violencia, suciedad, abandono y “mala leche”. Lugar de miserables, donde el más vil es el que más posibilidades tiene de llegar a viejo. Centro comercial de todo lo prohibido, armas, drogas, prostitución y la más amplia diversidad de delincuentes y homicidas por metro cuadrado en toda la ciudad.
Pero la Zona D es más que simples estadísticas. Ahí vive el blanco de mi entrevista, la causa de dejar mi zona de confort y tener que arriesgar mi vida, mi salud y otras cosas, en medio de un estado de guerra no declarado: Kultrum de Nox, ídolo de masas y terror de las mayorías silenciosas. Un sociópata que debería estar cumpliendo varias cadenas perpetuas sino fuera porque es una jodida leyenda del rock and roll. Más bien, del morfopunk (4). Histéricas canciones recargadas de derrames de nostalgia del siglo del esplendor, guitarras afiladas y demoledoras, secuencias apocalípticas, coros ye-yes y unas letras tan beligerantes como enloquecidas. Un dios para algunos, un bardo malgastado para otros, un pervertido impune sin búsqueda de captura para la mayoría. Pero debo reconocer que hace una música frenética, atrayente y obscenamente buena. Sus grabaciones se resumen en cuatro producciones oficiales, una multitud de videos en SubTuve y solo dos entrevistas en toda su carrera: me encamino a pelear por la tercera. Una reunión lograda con mucha paciencia por la producción de la revista, previo pago de una estratosférica suma de créditos.
El cab aparece en el horizonte de la antigua Avenida Brasil. Una avenida apagada y envuelta en niebla con apenas vehículos capaces de encontrar gasolina para moverlos. Como dije, los únicos posibilitados de llenar sus estanques eran la milicia (5), los burócratas y los vipos (6). Y los cabs, por supuesto, que son manejados y controlados por la muy dudosa milicia. El coche es sucio y ruidoso. Tiene pegatinas de servicios públicos y otras más amenazantes sobre lo que te espera si tienes la mala ocurrencia de intentar asaltar el vehículo. Nos deslizamos a toda prisa hacia nuestro destino.
SantiagoPaís parece cubierto por cientos de drones que pululan alrededor de los edificios. Las calles casi desiertas evidencian el porqué de los astronómicos índices de violencia, asesinatos y otros actos de pésima convivencia. Puñados de trashumantes, cual zombis en busca de un pedazo de comida o de algo de droga, deambulan sin destino, intentando comprender qué los mantiene vivos aún. La milicia patrulla en sus cómodos y protegidos blindados, listos y preparados para desencadenar una embestida de represión y balas en el momento que lo consideren necesario. Y siempre es necesario.
Esa es la cara de la ciudad y la podrida teta que nutre de bilis contestataria las canciones de Kultrum de Nox. Pesadillas malintencionadas saturadas de insultos a todo lo establecido. Melodías infames impregnadas de un ritmo que te transporta de una patada en la cabeza a la mismísima calle brutal. Ecos envasados de pesadillas urbanas. Fantasmas recurrentes escondidos en los pasadizos pestilentes de una psiquis perdida para siempre. Kultrum de Nox, el ícono pornográfico de una civilización terminal. Rey de un pequeño mundo penitente que camina al precipicio.
El cab se ha detenido en la frontera, en la Tierra de Nadie (7). Más allá es la Zona D. La puerta automática se abre por encima del techo y los vapores asfixiantes me reciben envolviéndome en una nube amarillenta y pestilente. Aun llevando mi máscara con poderosos filtros, puedo sentir el picor en mi garganta y ojos. Hay un torbellino humano a mi alrededor, decenas de seres maltrechos y sucios caminan de un lado a otro en medio de una gran plazuela abarrotada de puestos de ventas y de carpas improvisadas en donde habitan personas inclasificables. Y por encima de ellos, la milicia. Drones, focos, alambradas y decenas de cámaras de alta resolución que miden al centímetro cada movimiento.
Enfrente mío, la aduana. La entrada y salida a uno de los antros favoritos del Ministerio de Salubridad y Orden (8), el potaje preferido de escritores sórdidos y poetas suburbiales. Hacinamiento multicultural de trescientas cincuenta mil almas perdidas en un loteo de treinta manzanas cuadradas. La imaginería urbana de Kultrum de Nox, amenazante y convulsa. Un videoclip sin fin, sin censura y en tiempo real.
Me acerco a la ventanilla de control. Un hombre de mirada inquietante recoge mis papeles por un pequeño espacio del vidrio blindado de varios centímetros de espesor. Pasa el lector por mi tarjeta y da el visto bueno. Devuelve mi documento. Le indico que solo estaré unas horas en la Zona D y que espero encontrar las puertas de la aduana abiertas para cuando vuelva.
—Preocúpese solo de volver —me contesta cerrando brusco la ventanilla. “¿Preocúpese solo de volver?”. Es mi primera prioridad, imbécil. Pudrirme en un agujero como este no es mi sueño secreto. Solo debo hacer la maldita entrevista para conservar mi peleado estatus social y no terminar viviendo en territorio sin ley.
Cruzo la línea que separa mi purgatorio con el averno de Kultrum. En cuestión de segundos, un puñado de harapientos me rodea en busca de dinero o de lo que sea. Huelen mal y en sus rostros se puede apreciar los rastros del Duvalier (9). Pieles carcomidas y arrugadas casi hasta el hueso, coloración azulada en el mejor de los casos, bubones a punto de explotar. Mil y una enfermedades dispuestas a cambiar de huésped. Comienzan a acosarme, pero una mano salvadora se estrella contra la nariz de uno de los acosadores y lo deja fuera de combate; el resto decide ocuparse de otros menesteres. El propietario de la mano salvadora se presenta como mi “acompañante” y comienza a caminar rápido. Lo sigo de cerca sin intercambiar palabras, ni siquiera una mirada. Es una masa de músculos, una pieza más en la calle llena de escombros y basura. En las puertas de las casas se ven mujeres vendiéndose mientras sus hijos juegan a su alrededor. Apenas he visto pasar un solo coche en la lejanía, cargado de ovejas y de tipos con ametralladoras livianas. El resto es un hormiguero de personas a pie con una sola cosa en común: la desesperación.
El primer LP de Kultrum de Nox, Xenofagia, asalta al común de los mortales con un escalofriante tema llamado “Textura in bop”. Ahora yo camino por la base inspiradora de una obra que removió las acomodaticias y conformistas discotecas de radios y melómanos. Las atronadoras y desgarradoras guitarras parecían adquirir vida ahora que transitaba entre derruidos barrios llenos de costras y agujeros, sobreedificados hasta el delirio. Las secuencias de sus teclados armonizaban con el despiadado tránsito humano, informe, pero al mismo tiempo coherente y dinámico. La trepidante y pesada línea rítmica conformaba un todo absorbente, de una mecánica depresiva que te pegaba al sucio suelo y te arrastraba hacia las profundidades de la infamia. Kultrum nació en estas calles, bebió de la iniquidad, masticó el abandono absoluto. Y sobrevivió, transformándose en el dudoso semidiós de una raza en extinción.
Le pregunto a mi guía la distancia que nos separa del lugar de la entrevista. Apunta con el dedo hacia un edificio destrozado que se levanta a duras penas por sobre los demás. Está a varias calles. Un suicidio… que duró treinta retorcidos minutos. Tiempo suficiente para ver desaparecer a mi guía oficial y pasar a ser reinterpretado por un oriundo de la Zona D, que tiene sus días contados, además de poseer una buena dosis de ingenio y hospitalidad.
El edificio se eleva en siete pisos con balcones (los que quedan) abiertos a la calle. Es de color rosa pálido, más por el deterioro que por la tonalidad, y su descascarado frontis cuenta en detalle un sinnúmero de enfrentamientos con armas de grueso calibre. ¿Golpes de Estado fracasados? ¿La milicia en busca del número uno? Decenas de tipos armados denuncian un estado de paranoia imperecedera, en la puerta, en el interior y escaleras, los soldados se desparraman vigilantes con sus armas listas para disparar. ¿A quién esperan? ¿O es por mí y mi desprestigiada revista musical? No lo creo. Son muchas armas y mi revista es solo un domesticado folletín seudomusical.
Llegamos al nido del águila. Es un asco. Muros pintados con obscenidades, carteles amenazantes, restos de droga y comida. Suciedad pletórica y una fauna variada que recorre los rincones y paredes del aposento. Otro puñado de tipos armados contemplando la vista que ofrece un ventanal que da a la ciudad. Uno de ellos, con un tocado de plumas sobre su cabeza, me llama a su lado: es Kultrum de Nox, vestido con su antológico delantal de matarife salpicado de sangre y unas botas negras de charol hasta las rodillas y de largo taco aguja. Me contempla con un par de brasas que me fulminan al momento, haciéndome bajar la cabeza. Confirmo que sus botas son horribles.
Kultrum me vomita un monólogo: “Mikel Sado, el antepenúltimo periodista de espectáculos que a nadie le interesa. Un claro caso de servilismo progresista enraizado en el acomodamiento insustancial del consumidor banalizado en busca de protagonismo. En resumen, un chupaverga del patrón que paga la nómina. ¿Quieres una entrevista, mamón arribista? ¿Quieres que abra mis entrañas para que un puñado de adolescentes onanistas reciban mis experiencias mientras se la soban entre las piernas?”. Esperaba ser lanzado por la ventana de un momento a otro. “La tendrás si me haces una pregunta. La pregunta. La que te abrirá la puerta de mis memorias íntimas. No he hecho entrevistas en años. Tu canalla revista tendrá una exclusiva. Te espero. Haz la pregunta”.
Miro los ojos de Kultrum, veo las armas de sus pistoleros, veo el vacío que hay desde el departamento en que estoy hasta la calle. Vuelvo a mirar los ojos de Kultrum. Ahora veo pasar mi vida profesional, la batalla diaria, no solo de sobrevivir a una existencia letal, sino a la lucha casi desesperada por mantener un trabajo en un lugar donde hay un sesenta por ciento de cesantía, y que sigue subiendo. La precariedad de mi día a día, se ve ahora coronada con la prueba mayor. El todo o nada. La ruleta rusa de la cotidianidad. Un casino de la perdición donde está a punto de echarse a correr la bolita.
La pregunta. Miro las botas de Kultrum de Nox y sonrío. Me siento ingrávido, sin sustancia, ajeno a todas mis complicaciones. Respiro profundo y, sin subir la mirada, le digo: “En la primavera de 2137 usted edita como single la canción ‘Chica bubón’, con la cual se da a conocer en el mundo de la música. Por esos días se declaraba el enésimo brote epidémico de Duvalier que terminó por diezmar aún más a los pocos sobrevivientes de las anteriores pandemias. Muchos divisaron aquella canción como la primera voz que nos advertía del negocio de las vacunas y los experimentos de exterminio. La canción se convirtió en el patrón ideológico de toda su música y la pistola humeante de sus letras. Sus siguientes trabajos se estructuraron en sonidos y melodías que evocaban los temas clásicos de hace cincuenta años, y que desarrollaron y mostraron con toda su crudeza lo que usted llamó, en aquel entonces, xenofagia cultural y física…”.
Hago que trago saliva… Y trago saliva, áspera y amarga. Continúo:
“Mi pregunta es: dadas esas experiencias, que para mí son como un déjà vu existencial, y si, por razones poco claras, usted eclosionara en un mismo espacio físico-temporal con Ella Fitzgerald, Lady Gaga y Tina Turner, ¿con cuál de ellas se iría a la cama?”.
El culatazo —eso fue lo que me partió la cabeza, según los doctores que me atendieron en urgencias— me llegó detrás de la oreja. Fue una fractura que dejó una grieta en mi calavera y diecisiete puntos de sutura. No me tiraron por la ventana, eso es obvio y lo agradezco, solo me arrastraron por las calles de la Zona D y me depositaron al otro lado de la línea. Robaron mi máscara Complex y por ese motivo mi garganta apenas se puede abrir. Estoy oficialmente sin trabajo, información que me la hizo llegar mi propio jefe. La cabeza me mata y, como si todo esto fuera poco, en mis bolsillos encontré dos entradas para la próxima strok de Kultrum de Nox, a realizarse este sábado en la Tierra de Nadie. Mierda.
Notas:
1. ICT: Estado de alarma en la escala de insalubridad aérea. El aire de la ciudad de SantiagoPaís es muy riesgoso y perjudicial para la salud, debido al alto índice de contaminantes y patógenos. La escala Rostring identifica cinco estados de alarma, siendo el quinto el más grave y de máxima mortalidad.
2. SantiagoPaís: Unidad de Estado soberano y multicultural, definido en una territorialidad de términos consumados. El 95 % de la antigua designación de República desapareció y la última expresión de nacionalidad se constata en un residuo territorial de unos cuantos kilómetros cuadrados.
3. Stabliskuit: El establishment, la élite, los privilegiados.
4. Morfopunk: Movimiento de corte anarquista-nihilista, evolucionado de las antiguas filosofías punks nacidas al finalizar el siglo XX y reinventadas a través de décadas de desencanto social. Música política y provocativa. Adoran a su líder natural Kultrum de Nox y visten todos de negro con delantales bañados en sangre.
5. Milicia: Corrupto cuerpo policial y militar a las órdenes del gobierno nacional radicado en SantiagoPaís. Compuesto por mercenarios y delincuentes comunes, son un grupo de choque bajo intereses económicos más que de orden público.
6. Vipos: Personas de gran importancia. El término vipos tiene una carga negativa, ya que habla en exclusiva de personas del poder político y empresarial.
7. Tierra de Nadie: Frontera artificial hecha con bloques de edificios demolidos. Recorre la ciudad dividiéndola en dos partes de este a oeste.
8. Ministerio de Salubridad y Orden: Organización estatal dedicada a la persecución e internamiento de personas no catalogadas. Es decir, aquellos que no corresponde su empadronamiento al aceptado, que es el de SantiagoPaís.
9. Duvalier: Enfermedad viral producida por organismos que viven como parásitos en insectos (sobre todo en moscas). Nació en el sur de Brasil por el año 2080 y barrió Sudamérica en cuestión de meses. No tiene cura y solo se salvan los que la poseen en fases leves. Sus síntomas finales son inmovilidad, daño total a los riñones y sistema digestivo. Alto nivel de contagio.
Pogo – Nunca entrevistes a un morfopunk – Morfopunk. Historias cotidianas de un futuro inaceptable
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